Turismo en el Municipio Ayacucho

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lunes, 20 de enero de 2014

Personajes Populares de San Juan de Colón 2da parte

HACIA EL OCASO

    DE UNA GENERACIÓN...


            - LA LOCA FELICIA
            - DON MENESIO
            - PEDRO TUSA
            - CARLOS JUILIO
            - CILANTRA
            - MAMORRO
- EL MAESTRO
            - TOÑITA
            - MARTINIANO
            - JOSÉ PEPITO
            - EL LOCO CRISPULO
            - BERNARDO, EL BURRO
            - MANUELITO
            - EL GENERAL CAPITÁN MARAVILLA
            - MONJITA

            - PATA PATA

LA LOCA FELICIA

Su nombre: Ana Felicia Ramírez Medina, nacida en San Pedro del Río, el 3 de marzo de 1.943. Mujer singular de nobles rasgos de carácter, a pesar de su aguda lucha contra la pobreza; y de una gran capacidad para el trabajo.

Todos los días se le ve en las calles de la ciudad luciendo sus alargadas faldas y sus pies calzados con “cholas” plásticas; lleva el pelo corto algo descuidado; su cara es flaca y se notan rasgos de belleza ya menguados con la edad; poseedora de una figura delgada,  sin ser débil, de mediana estatura y de muy buena fluidez verbal. Se chancea con conocidos y extraños poseedora de muy buenas amistades; diariamente recorre las casas comerciales y las oficinas del poblado donde recolecta papel y cartón limpio, que luego traslada en carretilla o a hombros hasta su casa en la  urbanización  Pérez de Tolosa, donde procede a picarlo para luego venderlo por bultos a la fábrica de urnas ubicada cerca de allí.
Ultimamente se ha dedicado a la venta de hielo, negocio que le ha resultado altamente rentable.
También se dedica a la recolección de vidrio  reciclable. Felicia,  ha dedicado muchos años de su vida a la limpieza de los baños del mercado municipal, percibiendo un mísero salario, pero que al fin de cuentas en algo ayuda a resolver los problemas de su subsistencia.
Felicia responsablemente, invierte el dinero  que gana,  muy dignamente con su esfuerzo ,a brindarle a su pequeña hija –también tiene un hijo varón-- la educación que ella, tal vez por su condición natural y por su pobreza no pudo recibir. Detrás de su informalidad, de sus carcajadas estridentes y de su picardía, se  esconde un ser magnífico, un ser de mucha dignidad, de mucha responsabilidad y de gran calidad humana.  

La loca Felicia comparte además del amor a su hijita, el del “niño Rovira” – señor Humberto Rovira—quien muchas veces le ha tendido su mano, no como un amigo sino más bien como un verdadero hijo tiende la mano a la madre que lucha contra la pobreza y las injusticias de la vida. Ella se regocija en ese amor espontáneo, que a la postre le ha reportado seguridad y algunas “pizca” de estabilidad emocional

Mi tierra ...
es la sagrada obscenidad
de La Loca Felicia,
en su esperanza preñada
de dulce Ilusión,
en sus sarcástico saludo
es su bonita amistad
es su tierno corazón ... 

San Juan de Colón, Abril de 1.992


DON NEMESIO

Dentro del panorama folklórico de la actual capital del municipio Ayacucho, destaca en el renglón de los personajes Típicos un ser muy especial; como de 1,30 de estatura y 45 Kgs. de peso,. Hombre de aspecto agradable y lleno de sencillez, reposando y siempre sobrio, su nombre es Nemesio Morales”.

“Don Nemesio” como popularmente se le conoce vio su primera luz el año 1.918, en un humilde hogar de San Juan de Colón. Se dedicó con ahínco durante gran parte de su vida a la docencia en la aldea La Sanjuana, jurisdicción del municipio Ayacucho, donde cariñosamente se le conoce como “El Profesor Rosito”.
Poseedor de una buena educación. Conocedor en gran parte de la historia eclesiástica del estado Táchira y cultivador del intelecto – a pesar de su edad – mediante la lectura diaria.
A don Nemesio, se le observa por las calles del pueblo,  las cuales recorre siempre a pie. Viste pulcramente con paltó, sobre su cabeza un sombrero de copa redonda, sus pies pequeños –como él – calzan con honra unas diminutas “cotizas” y en su mano su compañero de toda la vida: el bastón. Su figura agradable en alto extremo, asemeja la de un caballero antañón trasladado a la ciudad.
Sus ojos azules brillan intensamente de vivacidad debajo de unas cejas y unas pestañas bien pobladas. Su pelo de color castaño oscuro,  siempre lo lleva bien arreglado y corto como lo llevan los verdaderos hombres. Sus “orejas” son grandes y sobresalen en su redonda y arrugada cara, a la vez que hace contraste con su pequeña boca, en la cual ya no le quedan dientes, lo que le dificulta grandemente el don del habla pues al hacerlo casi no se le entiende.
Don Nemesio es un hombre sereno, que refleja a sus semejantes la tranquilidad de una vida bien llevada y una conciencia bien limpia. Es callado, observador, respetuoso, vivaracho,  -- no vividor – amante de los tiempos de feria; es ágil, un poquito desconfiado y sobre todo cuidador celoso de una buena imagen, no dando pie a que se le falte el respeto en ninguna ocasión.
Su popularidad radica esencialmente en dos aspectos: En la grandeza de su imagen como ciudadano, como amigo y como personaje típico. Y en su diminuta figura corporal que contrasta grandemente con su sensibilidad humana, por su sencillez, con su honor y con su amor y apego a su pueblo natal: San Juan de Colón.

San Juan de colón, Abril de 1.991.




PEDRO TUSA

Dentro de la variedad de personajes populares que han vivido y que actualmente existen en San Juan de Colón descuella uno en el cual se conjugan una serie de características que lo hacen un personaje conocido, y por demás interesante como ser humano, como trabajador, y como “político”.
Este descendiente directo de don Angel Ramírez y doña Sixta Alviárez  nació en San Juan de Colón en el año 1.945. En la pila bautismal se le concedió el nombre de Pedro José Alviárez, que con el correr del tiempo  recibiría el apodo de “Pedro Tusa”

Nacido y criado en el de un hogar católico,  adquiere conocimiento y convicciones de esta doctrina que con el tiempo se han ido degradando  por los efectos del alcohol y la falta de práctica de la piedad cristiana. Mas sin embargo Pedro José Alviárez en lo recóndito de su ser guarda todavía un poquito de temor hacia el Ser Supremo. “Pedro Tusa”  como se le conoce popularmente en el poblado no fue a la escuela, por lo tanto leer y escribir son derechos que no estuvieron ni aun hoy en día están a su alcance tanto por la condición humilde, como por sus deficiencias mentales.
Hombre de mediana constitución física, de 1,68 de estatura y unos 60 Kgs de peso, pero en el desarrollo de su trabajo se ve forzado a realizar grandes esfuerzos donde pone de manifiesto una fuerza física descomunal que contrasta abiertamente con su contextura.
Extremadamente fuerte se nota al efectuar el trabajo de caletero en muchos sitios de la ciudad, especialmente en el mercado Municipal y sus alrededores oficio éste, que desempeña desde hace muchos años, pero que actualmente comparte con su nuevo “modus vivendi”: vendedor ambulante de frutas, verduras y hortalizas.
A su edad el pelo ya es un poco canoso, siempre lo lleva corto y sin mucho arreglo; en su redonda y graciosa cara sobresale su frente amplia. Su nariz es “rechoncha”, su boca mediana se conjuga con sus juguetones y pícaros ojos. Cuando habla tartamudea, tal vez por la pérdida de sus dientes, o como dice un popular refrán: “su defecto es de fabrica”.

Pedro José Alviárez, desarrolla su vida en el circuito comprendido por los barrios La Esperanza, Pueblo Nuevo, Cementerio y La Tapiza. En estos sitios trabaja, satisface sus necesidades físicas, se hospeda,   y lo más usual en él los últimos años: “se puede echar los palitos”. “Tusa” es un copeyano de sepa, defiende su tolda política, a capa y espada. 

Muchas veces las personas mayores “por buscarle la lengua” le hablan de los “buenos gobiernos adecos” que han manejado al país lo cual le enfurece y le hace replicar con frases fuertes que defienden a sus compañeros como a su partido. Pero “lo emotivo” es cuando a Pedro José “se le da cuerda” cuando está como “chicote de bruja”: prendido por el miche blanco o aliñado o el ron. Pues nada más escuchar que su partido y sus dirigentes están siendo “objeto de escarnio público se lanza en picada como águila en defensa de sus corruptos dirigentes y de su “degradado partido”; con lo palitos encima Tusa es un buen defensor, pues desarrolla una elocuencia que no es  propia de su sobriedad. 

Y es así como su defensa a su “Copei” termina de su parte con tremendo y escandaloso discurso que llama la atención  de propios y extraños hasta que ya cansado físicamente se le aplaca su espíritu copeyano o en el peor del caso se le desarrolla “la fuma” y cae vencido  en una acera de la calle, donde está destinado a dormir hasta que le pasa la borrachera, mientras que los que han provocado tal acción,  con palabras hirientes y provocativas se sienten "felices” y  "realizados" pues han pasado un rato ameno a costillas de Pedro Tusa que yace en el suelo tendido como un “trofeo” de sus “sapientes cerebros” que son “eficaces” para propiciar este tipo de situaciones  donde se humilla y se saca de las casillas a un ser humano como ellos mismos  pero que ha diferencia de ellos, es sensible a la ofensa, a la humillación, la vejación y al sarcasmo, y por eso, cada vez que ofenden a su “Copei del alma” saldrá con todos los hierros en defensa de la  dignidad de sus dirigentes y su verde partido. 

Así es “Pedro Tusa””, feliz a su modo y como  todos  su felicidad tiene altibajos, pero cuando él está caído sabe que la ley de la vida le obliga a levantarse para seguir luchando, para obtener lo mismo que todos los colonenses que luchamos con la dureza de la vida; “una parcelita” entre las carreras cinco y tres a un costado de la calle nueve*. 

San Juan de Colón, Diciembre de 1.991.


CARLOS JULIO

Cuantas veces hemos oído expresiones tales como: ¡Está bien, Carlos Julio! ¡No sea tan Carlos Julio! ¡Ud. si es Carlos Julio!,  y otras que se han  popularizado, aludiendo a este personaje.
Quiero presentarles en estas páginas al ser, que ha dado origen a  estas expresiones,  ya clásicas, en nuestro coloquial lenguaje.

Su nombre de pila; Carlos Julio Rosales, nació el día 25 de marzo de 1.942, en la jurisdicción del municipio Ayacucho. Y desde temprana edad está residenciado junto con su familia en la capital de dicho municipio..
El nombre de su Sra. madre es Bárbara Rosales y el de su Sr. padre Eladio  ...
Carlos Julio, corrió con la misma suerte, de los que nacen signados por la naturaleza, pues que él también no tuvo la alegría de ir a la escuela ni de visita, y se quedó analfabeto para toda la vida. Es un hombre de aspecto agradable, sumamente callado, respetuoso, servicial y en su trato con las demás personas se muestra como un ser penoso y en extremo reservado.

Carlos Julio Rosales, es un hombre de mediana estatura y un peso aproximado de 55 Kgs. y a pesar de ser un hombre ágil en sus movimientos corporales, es torpe en su coordinación mental, lo cual le ha reportado un sinfín de regaños despectivos, que más tarde le han sido transferidos a las personas normales cuando echan sus metidas de pata”. Normalmente viste camisa manga corta, sus pantalones son anchos y algo cortos, por lo cual se podría decir que siempre está pasando el río, sus pies calzan pequeñas cotizas de caucho y cuando camina lo hace rápido y da la impresión de que va flotando.

En su cara pequeña y medio redonda sobresale su gruesa nariz, su boca es pequeña y desdentada, su frente es amplia con agudas entradas al cuero cabelludo, sus ojos son vivaces y pequeñitos y dan la impresión de que siempre están ansiosos de imágenes. Los pabellones de sus orejas  son grandes y echados hacía atrás.


A Carlos Julio, le gusta la vida hogareña y la disfruta a pesar de que tiene que salir a ganarse la vida como caletero. En los días de mercado público, se le puede observar realizando este oficio, en el cual demuestra una gran capacidad física y una fuerza casi descomunal en proporción a su peso y estatura.

San Juan de Colón, 16 de Julio de 1.991


CILANTRA

Su nombre, Fidelina Ontiveros de Ramírez, nació en San Juan de Colón, capital del municipio Ayacucho.
Es viuda, su esposo fue el Sr. José Alberto Ramírez, hombre que gozaba de mucha popularidad en San Juan de Colón; se le conocía popularmente como “Pan Tostao”.  Hombre sin vicios y trabajador. La municipalidad lo ocupaba como barrendero del viejo mercado de la Plaza Bolívar antaño llamada Plaza Colón. De este matrimonio no quedaron hijos.

Fidelina, es hija de los difuntos Sr. Casildo Ontiveros y Sra. Tulia Mora, oriundos de Táriba.

Es una mujer de baja estatura, 1,50 Mts. aproximadamente y  unos 36 Kgs. de peso; su cara jovial y bonachona está  surcada por grandes arrugas  producto de su avanzada edad. Su pelo es ya canoso y cae sobre sus hombros, en él siempre luce una corbata o alguna flor. Sus brazos son largos y flacos; es muy buena “conversadora”, y a las preguntas da certeras respuestas. Su caminar es pausado ... casi de tortuga.

Fidelina, mayormente para salir a la calle se pinta  los labios, con encendidos coloretes Viste con largos vestidos, calza zapatos de medio y bajo tacón. Siempre se le ve en el mercado municipal, los días viernes y sábados. También transita por las calles colonenses en afanes de visitas,  o simplemente para procurar conseguir alimentos con que reponer sus fuerzas. Ella es una mujer apegada a Dios y a la Santísima Virgen, “quienes le ayudan y nunca le faltan”.

Fidelina, vive en la calle uno entre carreras cinco y seis,  donde llamaban La Tapiza, en un humilde rancho, cercado en cañabrava. Allí desempeña los oficios propios de una ama de casa: lavar, cocinar, barrer, y cuidar la casa. Ella es feliz en su humilde mundo, representado por su hogar.
Su matrimonio con José Alberto Ramírez, es uno de los más famosos en la historia de San Juan de Colón, pues  “Pan Tostao”  era otro personaje igualmente conocido de todos los colonenses. Por muchos años vivieron con la familia Giusti, al frente de la actual  Plaza Bolívar por la carrera cuatro. Allí se les prodigaba el alimento, el techo y un sueldito, a cambio de ayudar en los oficios del hogar.

     Cuentan que cuando se casaron “Pan Tostao y Cilantra”. la gente del pueblo los esperaba a las puertas de la iglesia para brindarles un buen aplauso. Lo cual, ellos al escucharlos optaron por esconderse  tras las enormes puertas de la iglesia, hasta que por fin algunos miembros de la familia Giusti lograron conducirlos hasta su casa de habitación, donde se celebró un pequeño agasajo en honor a los contrayentes.

San Juan de Colón, septiembre de 1.991.


MAMORRO


Su nombre: Asunción Rosales,  nació en San Juan de Colón. Su fecha de nacimiento se desconoce. Su  madre es la Sra. Nicolasa Rosales y su residencia fue hasta el año 1.990, una humilde casa de bahareque ubicada en la carrera siete entre calles siete y ocho de la cual fue desalojado por su presunto dueño a raíz de la muerte de su progenitora.

Allí,  en aquella casita del barrio Pueblo Nuevo, siempre halló consuelo a su mala estrella en la vida. Pues siendo un trabajador constante, lo que ganaba apenas alcanzaba para comprar alimento para el sustento de su Sra. madre y el suyo propio. A pesar de esta situación en su cara siempre se hallaba dibujada la conformidad y la dicha de tener a su lado a la iniciadora de sus días.

Asunción Rosales, practicaba por estos días varios oficios como lo son el de mandadero y el de cuidador de casas. Pero el oficio que más ha ejecutado es el de caletero. Labor ésta, que ejecuta con destreza, con soltura y con responsabilidad.

Mamorrito, como solemos llamarle sus amigos, es un tipo agradable, simpático, de buen aspecto físico, fuerte en sumo grado a pesar de su aparente endeble constitución física, es como de 1.70 Mts de talla y 65 Kgs de peso.  Su cara es delgada, un poco alargada, pero que armoniza con sus ojos opacos y su pequeña boca. Su nariz es medio perfilada. Los Pabellones de sus orejas son pequeños; su rostro refleja pasividad, pero en el fondo se le nota una tristeza, que martiriza su ser interior, aunque de sus labios nunca se escapa queja alguna.
Mamorro, nunca  fue a la escuela,  aunque la vida haya sido una dura escuela para él. Nunca se mete con las personas que se consigue en las calles de pueblo. Puede tildarse de servicial y decente. Es respetuoso con sus amigos, amistades y extraños.   La conformidad para aceptar la vida “a como va llegando”, creo sea un rasgo natural en él,  o en su defecto una enseñanza o bien de la misma vida o de su progenitora.

Muchas veces lo vemos en el mercado ofreciendo sus servicios de caletero, o esperando que alguna persona tenga a bien proveer algo para su sustento. Uno de sus sitios predilectos es la esquina de la calle seis con carrera seis donde está ubicada la famosa Panadería Mario, allí pasa horas enteras, esperando aparezca la mano generosa que alivie las necesidades del día.

Hay un episodio en la vida de Asunción Rosales, en el que dejó traslucir la belleza de su ser interior y el gran amor que profesaba por su señora madre. Resulta que al enfermarse su progenitora, la trasladó al hospital de San Juan de Colón, en donde fue atendida y posteriormente trasladada hasta el hospital Central de San Cristóbal. Hasta allí se trasladó el amante hijo quien veló durante treinta días aproximadamente por el cuidado de su mamá. Sin medio en los bolsillos, con el hambre atormentándole sus entrañas, sin ropa de repuesto y durmiendo en sillas o en el suelo; allí,  estuvo hasta que el Dios infinito del cielo decidió aliviar el dolor de Nicolasita, llevándola de este mundo hasta la eternidad. Pero ahondando más el martirio de asunción, pues a la pérdida  irreparable de su progenitora, surgió el grave problema de sus bolsillos que estaban en “bancarrota” y le era imposible enfrentar solo tan lamentable situación. La morgue del hospital Central fue escenario del conmovedor drama de un hombre que se aferraba al cuerpo inerte de su ser más querido ... como queriendo impedir la voluntad de Dios. Su cara reflejaba el asombro de contemplar la palidez lúgubre del rostro arrugado de su progenitora;  el llanto fue incontenible, sentido y lastimero. La derrota se ciñó sobre su vida, para nunca dejarlo.

Imposibilitado económicamente para reclamar el cuerpo de su Sra. madre para trasladarlo hasta  San Juan de Colón y darle cristiana sepultura, Tocaríale en desgracia ser protagonista de la humillación más grande a que puede ser sometido un ser humano: resignarse a esperar en la morgue del hospital Central  hasta que alguien  o algunas de las gentes que le conocían en su pueblo o algún buen samaritano que pasara por allí, proveyera para tal acto. Los días fueron pasando y Mamorro continuaba al lado  de la procreadora de su vida. Solo, hambriento, casi desquiciado por el dolor, sin una mano que se extendiese a aliviar su indecible dolor. Sólo le sostenía el gran amor por aquel ser, que él se negaba a abandonar aún después de haber sido abandonado él para siempre. Su mente no entendía nada, fue así como pasaron treinta días más de cruel tormento para Asunción Rosales, hasta que por fin Dios proveyó para su necesidad y pudo trasladar y sepultar a su mamá en San Juan de Colón.

Y él quedó vagando, ya no por las calles, sino por una vida sin sentido, sin ilusiones y sin esperanzas, porque su vieja era su deseo de vivir, su fe en la vida, su amor sincero, su sueño, su consuelo y su más cara pertenecía.


San Juan de Colón, 24 Junio  1.993.

EL MAESTRO


¡Hay que quitarse el sombrero, delante de este señor!
Néstor Antonio Rosales, es su nombre, nació en San Juan de Colón, en el desaparecido Hotel Táchira de la calle real, hoy calle cuatro. Adviene  al mundo el día 8 de Septiembre de 1.916. Fueron sus padres el Sr. Victoriano Vivas y la Sra. Catalina Rosales. Siendo hermano materno del precursor del sindicalismo venezolano, Luis Hurtado Higuera. Fue  criado por su abuela paterna  señora Liboria Medina, quien le prodigó cariño y le encaminó sus primeros pasos en la vida, que por cierto le  ha sido adversa, pues la pobreza, es su terrenal compañera.

Fue alumno del ilustre maestro lobatero Br, Francisco de Paula Reina, quien inculcó en su alma grandes principios morales y excelentes conocimientos generales. En la desaparecida Escuela Bolívar, que éste  regentaba, cursa los tres primeros años de su primaria, el cuarto grado lo cursó con el presbítero José Edmundo Vivas en el Colegio Sucre
Al no poder continuar sus estudios por la pobreza crítica en que vivía su familia, se ve obligado, a temprana edad a enfrentarse a la vida en pos de la sobrevivencia, no habiéndole faltado “Dios” en ningún momento .
Don Néstor, en un tiempo fue propietario de una pequeña finca en la aldea El Peronilo, la cual tuvo que vender, al no poder atender por falta de recursos.
Actualmente se gana la vida como mecánico  automotriz y otros oficios menores para los cuales es requerido
 don Néstor Antonio Rosales, se le conoce popularmente como “El Maestro”, sobrenombre que le cuadra bien por sus grandes conocimientos de historia local y por la forma natural como los transmite a quienes le inquieren al respecto.
Cuando a veces los muchachos en la calle le gritan su apodo, él se ofende grandemente ... tal vez porque se lo gritan en tono despectivo y sarcástico. Después que le pasa su  enojo vuelve a ser la persona normal que camina por las calles de la ciudad, sin ofender ni meterse con nadie.
En mis palabras iniciales, refería que ante este señor de aspecto humilde y dejado, hay que quitarse el sombrero, por su gran lucidez mental, por su buena memoria y por sus grandes conocimientos de nuestra historia local. En verdad que da gusto sentarse con él en cualquier esquina a conversar sobre diferentes tópicos de la historia colonense. Y es que sencillamente para él, el tiempo no pasa ...
En lo particular, creo abiertamente que el Sr. Néstor Antonio Rosales, merece el mismo respeto y estima que cualquier otro ser humano, pues él es una persona muy interesante, desde muchos puntos de vista.
Estas humildes palabras, que someramente han trazado parte de su vida, pretenden ser, un homenaje para este humilde hombre trabajador, respetuoso, inteligente y que forma parte de nuestro patrimonio folklórico. Siendo un personaje típico muy original en su vestir, en sus ideas, en sus canciones, en sus palabras y en sus conocimientos de la vida y de la historia. Estoy seguro que en nuestro país, ningún otro pueblo cuenta con un individuo calificado dentro del panorama de los personajes populares tan sapiente, con tan buen don de la palabra y con tan extraordinarios conocimientos históricos sobre su pueblo, como los posee este humilde colonense.

San Juan de Colón, 16 de Agosto de 1.992.
Nota del Autor:
     Este breve ensayo, a manera de semblanza sobre la vida de don Néstor Antonio Rosales, se terminó de escribir el día 16 de Agosto de 1.993. Don Néstor Antonio Rosales falleció el día 17 de febrero de 1.996 en San Juan de Colón, el pueblo que él tanto amó.


TOÑITA

Significativo es para mí, escribir estas notas, sobre María Antonia Contreras, popularmente conocida como “Toñita”, María Bonita”, y en épocas pasadas como “La Reina de los Toreros”.

Pues ella, al igual que mi padre, desciende y proviene de esa gente bregadora, de gran temple, de naturaleza indómita pero  a la vez de una elevada calidad humana, de sentires profundos y de espíritu noble, que vieron la primera luz,  vivieron  su infancia y  adolescencia en su nativa aldea “La Lajita” en donde aprendieron las primeras letras y ganaron sus primeras lochas recolectando café.

“Toñita”, nació el 13 de junio del año 1.909 en el seno de un hogar feliz, constituido con amor y gran responsabilidad por su padre Sr. Daniel Contreras y su señora madre, Maximina Contreras de Contreras, de cuya unión nacieron otros nueve hijos.

María Antonia “Toñita” cursó en su nativo suelo hasta el segundo grado de primaria, donde  aprendió a leer, a escribir y hasta a dominar algunas reglas de aritmética.
Desde hace muchos años se radicó con su familia en San Juan de Colón donde ha gozado  --desde entonces—de gran popularidad.

Su menuda figura – mide 1.19 de estatura y pesa aproximadamente 33 Kgs. – a la que siempre engalanan hermosos vestidos, especialmente confeccionados para ella, le ha reportado esa popularidad, la que ella y su familia han sabido “administrar” muy atinadamente, para conseguir y mantener el respeto, el cariño y el aprecio de todos los colonenses.

Su cara pequeña, ya con arrugas a causa de la edad, refleja la pasividad y la tranquilidad de un ser sereno y moderno. Su  mirada es tierna y en ocasiones pícara  pues como toda mujer,  posee una pizca de coquetería. Al tratarla, deja entrever la dulzura de su ser interior, que exterioriza ante sus semejantes, en infantiles  sonrisas comparables a un buen bálsamo que alivia el dolor.  Es respetuosa, de buenos modales, hogareña, de intachable conducta moral y por sobre todas las cosas de este mundo, una fiel creyente en “Dios”.

Su paso al caminar es rápido,--a pesar de sus cortas piernas--  y camina erguida, con elegancia y cuando a su paso es saludada,  responde inmediatamente de una manera cordial. Sobre su hombro pende siempre –cuando va de compras o al centro de la ciudad—un bolso.
En su residencia –urbanización El Pinar—se dedica, cada día a los quehaceres del hogar, el cual comparte con su hermano Carlos, bajo la protectora mirada de su  hermana Francisca.

Los colonenses, aún recuerdan con cariño, pero a la vez con picardía la más emocionante anécdota que vivió María Antonia “Toñita” como la “Reina de los Toreros”, cuando las ferias se realizaban en el ruedo, de la que antaño se conoció como “Plaza Bolívar”, y luego como Plaza de Toros. “Tarde de sol y sombra; la banda municipal, magistralmente dirigida por su maestro toca los acordes de pasodobles que hacen hervir la sangre en las venas, “las botas” llenas de vino, o de manzanilla, o de buen ron, van de boca en boca, mojando el paladar; mientras tanto, la expectativa crece cada vez más. Todos están ansiosos por observar a María Antonia “Toñita”, “La Reina de los  Toreros” lidiar un novillo, como ha sido prometido a la ardiente afición taurina colonense, que hoy,  día del patrono de la ciudad ha colmado la plaza.

     Ya los diestros han lidiado dos toros y ahora se prepara “La Reina de los Toreros”. Sale raudo el novillo, que rodea la arena; de buena estampa y un peso aproximado a los 200 Kgs. “Toñita” se asoma por un lado del burladero, apenas si se ve. Los novilleros  subalternos, llevan al bravo novillo al otro extremo del redondel para permitirle la entrada y el acomodo a “La Reina de los Toreros”.  A la entrada de Toñita, estalla la afición en aplausos,  “Toñita” sonríe, capote en mano se dirige valientemente al redondel, de pronto detiene su andar. ¡Está sudorosa!. Nerviosa mira al público. El capote se le enreda en sus pequeñas manos. El novillo, percibe el movimiento y se apresta a envestir. “Toñita” valientemente mira a su gigante y bravo enemigo. Después levanta su diestra y el público enmudece cuando mueve su capote. El pesado novillo inicia la embestida; en cuestión de décimas de segundos Toñita –ya empapada en sudor y temblorosa--  suelta el capote e inicia su frenética carrera hacia el burladero más cercano. El público permanece sentado y callado. La angustia los sume, y pensamientos trágicos acuden a sus mentes. Toñita voltea su cabeza y observa muy cerca de sí, al bravo animal que ya le pisa los talones. El público se pone de pie y comienza a auparla y a animarla. El toro se viene encima, con su cabeza baja y sus largos “pitones” abiertos, como dispuestos a “raerla de la faz de la tierra”. ¡ El soberano corre con ella”!. ¡El astado está a punto de asestar su mortal golpe!. El público trémulo del terror lanza un largo  ¡oooooh! al unísono, “Toñita” se siente perdida. A punto de recibir la cornada, sacando fuerzas concentradas en su diminuto cuerpo, de un salto, en envión final, alcanza – a Dios gracias—el burladero, justo en ese momento su brutal enemigo choca contra él: ¡Toñita está a salvó!. El público estalla de su éxtasis contenido ... ¡gritan!, ¡dan gracias a Dios!, otros estallan en histéricas carcajadas. El toro es conducido fuera del ruedo. 
El público reclama la presencia de Toñita. Ésta desconfiada y  tomando experiencia, asoma su pequeña cabeza por un lado del burladero y después de verificar que su mortal enemigo ya ha sido evacuado, se lanza de nuevo a la arena y el público la ovaciona largamente como premio a su intrepidez y a su meritorio –aunque fallido—empeño. Su popularidad se acrecienta en este acto”.

San Juan de Colón, Octubre 1.991.


MARTINIANO

 De los personajes típicos que la providencia ha tenido a bien concedernos como patrimonio folklórico regional, hallamos a uno muy singular, por lo sensible de su alma y por la pesada cruz que ha llevado durante su enfermiza vida. Me refiero a “Zambrano Guerrero Martiniano” conocido llanamente como “Martiniano”. Individuo altamente sociable, de nobles sentimientos y con vocación de servicio a su familia, amigos y particulares.

Es, Martiniano para su núcleo familiar, un miembro muy especial, dada su condición natural. Allí, le prodigan un cuidado comparando  como el que se le se da  a un niño en sus primeros años. Allí, el aliento de sus seres queridos en sus horas amargas. Allí, la mano tendida en actitud piadosa para socorrerle en su lecho de enfermo. Allí el tierno detalle de aprecio por su dignidad humana: su ropa limpia, su cómoda cama, su puesto a la mesa en la hora de reponer las fuerzas mediante la alimentación y es allí, en su círculo familiar donde “Martiniano” ha encontrado el habita propicio para ser feliz, a diferencia de la gran totalidad de estos típicos personajes, que han encontrado su calma en la peregrinación.

Zambrano Guerrero Martiniano, nació en Guabinas  -  Ayacucho, el día 02 de enero  del año 1.938, y el número de su ciudadanía venezolana es 1.535. 193.
Su contextura física es de hombre fuerte sin llegar a ser corpulento. Su figura es alargada como de 1.74 Mts. de estatura y unos 75 Kgs. de peso.

Sus brazos son largos y huesudos .Siempre viste camisa de popelina manga corta, de colores suaves que luce por  fuera de sus pantalones que lleva holgadamente; mientras que sus pies van calzados con típicas cotizas de  caucho fabricadas en su lugar nativo. En su graciosa cara sobresale su gran nariz, que contrasta con su pequeña boca y que a la vez hace juego con su amplia frente y su alargado cuello; sus “orejas” son alargadas pero sin exageración, su pelo corto luce limpio, mas su preocupación  no es precisamente peinarlo a cada momento; su bigote es canoso; sus pómulos salidos, de cejas pobladas y unos ojos pequeños, que brillan no sé si de alegría o de picardía pues su mirar confunde.

En su boca, ya sin dientes, siempre o casi siempre se observa su mortal enemigo: el cigarrillo, que él en su ignorancia y en su ingenuidad consume con gran avidez y en grandes cantidades.
Martiniano sabe firmar su nombre, aunque prácticamente es analfabeto. Es soltero pero su naturaleza masculina como es lógico siente inclinación de sana admiración y de respeto hacia el sexo opuesto, en  claro contraste y directa recriminación a aquellos hombres, más dotados intelectual y físicamente por la madre  naturaleza y que teniendo al alcance todos los privilegios de nuestra civilización han optado de una manera voluntaria, irresponsable, y rebajando todo lo que se llama moral y buenas costumbres, traicionar doblemente los principios de masculinidad y de hombría –no machismo—con que nos dotó la sabia naturaleza, aceptando la relación física (coito) con individuos del mismo sexo – homosexualidad – y  despreciando la belleza y la atracción natural que la mujer ejerce sobre el hombre.

Que más se puede escribir de un hombre como lo es “Martiniano”, alegre, saludador, amigable, fumador empedernido, servicial, sin odios ni rencores para con sus semejantes, a pesar  que muchas veces recibe burlas en vez de respeto; y hostigamiento en vez de cariño y comprensión de parte de una minoría inescrupulosa que goza y fabrica su  felicidad en la desdicha y desgracia de los demás A él, nuestro respeto, nuestra estimación y nuestros votos ante Dios para que siga viviendo y sea feliz ... a su manera, hasta que su vida llegue al ocaso. Mientras tanto seguiremos escuchando en su rápido hablar sus palabras más distinguidas y no menos disparatadas: -- jo, jo, jo bicho pa` puerco ... jo, jo, jo bicho pa` puerco ...

San Juan de Colón, Diciembre de 1,992.



JOSÉ PEPITO

 Nació en El Molino jurisdicción del municipio Michelena, el día 5 de Julio de 1.946. Proveniente de una familia numerosa, de esas que en otrora se veían en nuestros campos.  Núcleo familiar formado por su señor padre Altagracia Rosales Colmenares y su señora madre Rosa Colmenares de Rosales y dieciséis hermanos más.


Su nombre: “José Claudio Rosales Colmenares”, desde temprana edad  fue enviado por sus padre a la escuela de su tierra natal, donde ocupaba su tiempo en jugar y hacer travesuras más que  al aprendizaje de sus primeras letras. Ya desde su niñez tomó la decisión de abandonar la escuela para dedicarse al cultivo del espíritu en las aulas de la naturaleza. Es así como José Claudio “Pepito” se convierte en un bregador de las durísimas “tareas” del campo y de la ganadería.

Un día sus padres decidieron radicarse en la vecina Ciudad de Las Palmeras, para darle más oportunidad al grueso grupo de muchachos que ya despuntaban a la vida y que en su lar nativo no tendrían más opciones, que la de la pala, la del machete, la de  la cocina, la escaldilla y la del balde para ordeñar. No obstante a todos estos razonamientos, por decisión familiar nunca se han desprendido del pedazo de tierra, donde la familia vivió tiempos inolvidables Desde su llegada a San Juan de Colón, se radicaron en la zona que hoy corresponde a la urbanización El Pinar, donde permanecen aún, a la vera del camino de recuas que antaño unía a la capital del municipio Ayacucho con la aldea Paraguay.
José Pepito, alberga en su alma convicciones y principios  católicos, aunque casi nunca asiste a la misa.
Es soltero y hasta el día de hoy no ha tenido novia, aunque cuando se “echa” los palitos se decide a brindarle serenata a las “viejas (nombre con el cual, él designa a las mujeres maduras).
Mide aproximadamente 1,60 Mts. de estatura y pesa 56 Kgs; su frente es amplia, como la de los grandes intelectuales, brazos cortos, sus pies pequeños siempre calzan “botas de caucho”,  en las cuales mete las “mangas” de sus pantalones. Sus ojos “aguamielados” son brillantes y llenos de picardía. Su caminar es reposado y al hacerlo lo hace “chonetamente”. Es callado y las pocas veces que había muestra sus “deteriorados” dientes.
Despacio recorre diariamente la urbanización El Pinar y el barrio Los Chinatos en busca de su yegua y el ganadito de sus padres, a los cuales prodiga un solícito cuidado.
las madres de los niños de estos lares, muchas veces utilizan su nombre y su “figura” para asustar a sus hijos e impelirlos a hacer sus tareas o para que coman o se vayan a la cama. Es así como la personalidad de Pepito se va asociando con las vivencias de estos parajes, donde ejerce su “humilde dominio”

Frases como: ¡Si no come se lo va a llevar Pepito!
¡No se vaya para la calle que ahorita viene Pepito!
¿Si no se acuesta le voy a decir a Pepito que se lo cargue!

¿Si se porta mal se lo voy a regalar a Pepito!. Van alimentando cada día la tradición y el reconocimiento de ancianos,  jóvenes y niños a este típico representante de los campos andinos.

Muchas veces los niños cuando, José Claudio, recorre las calles y  veredas de los citados barrios, le gritan sarcásticamente ¡Pepito! ¡Pepito! ¡Pepito! Lo cual le hace enojar grandemente, pero su ira se disipa prontamente al hacerse cargo de los múltiples quehaceres que han copado su vida desde su infancia.

San Juan de Colón, Mayo de 1.991.


EL LOCO CRISPULO

 Hombre trabajador y bregador, que ha divertido con su natural modo de ser a las generaciones de las décadas de los años cincuenta hasta los  noventa del presente siglo  y  Dios quiera pueda estar para deleitar a su San Juan de Colón amado en la apertura del siglo XXI, que ya casi alcanzamos.



Su nombre es Molina Sandoval Crispulo, nacido en la aldea El Molino del municipio Michelena, el día 14 de marzo del año 1.932, su ciudadanía venezolana está registrada con el número 186.938. Hijo de don Cecilio Molina y de doña Serafina Sandoval. También se le conoce popularmente como “chorizo”  y Rampuche”

El Loco  Crispulo, se radicó muy joven en San Juan de Colón, cabecera del municipio Ayacucho y aquí cambió totalmente su vida, Fue después de los Sres. Salas y Eloy Contreras el que impulsó la fiebre de las bicicletas en nuestro poblado. Con su singular personalidad, prontamente fue el número uno en su oficio con sus diecinueve años  apenas; aun hoy, gracias a su perseverancia, constancia y su responsabilidad en su trabajo, dos de sus hijos, Alfonso y Manuel se benefician de lo que su honrado padre sembró. Son ellos, los legítimos herederos de su arte y su perseverancia por mantenerse en tan honrado pero tan desgastador oficio.

Este noble “chorizo” tachirense no fue a la escuela y como consecuencia no aprendió a leer ni a escribir, aunque sus hijos le enseñaron a firmar. Toda su vida la ha  dedicado al trabajo. “A lo que salga” como él lo  dice.
Durante mucho tiempo “pirateó” desde Cúcuta hasta Maracaibo y de San Juan de Colón a San Cristóbal en un vehículo  que consiguió como fruto de su trabajo. “Chofer locato y despreocupado”, ¿Cuántos sustos pasarían sus desventurados pasajeros?,. Aún se escuchan sus incontables anécdotas como “pirata de la carretera”. Sus pasajeros solamente lo fueron por un  viaje, pues eran tantos los sustos a que “El Loco Crispulo” los sometía en las carreteras, que optaban, bajo “solemne juramento” a no volver a montarse con el “chorizo” bajo ninguna circunstancia.
Crispulo, es juguetón, alegre, dicharachero, saludador de todos los que reclaman su saludo. Sus pies siempre van calzados con zapatos colombianos de marca “Grulla”, su  camisa manga corta la usa por fuera de su pantalón, “porque le asienta bien”.
     Su cara es redonda; los pabellones de sus orejas son gruesos; su tez es blanca; su nariz es grande pero le va con su redondo rostro. Sus grandes ojos son saltones y llenos de viveza. Cejas pobladas, boca mediana. Su pelo es corto y se deja una corta patilla. Su cara esta la mayoría de las veces bien afeitada.* En su cabeza no falta nunca la gorra. Posee una voz débil, no muy grave que no le asienta con su edad, ni con sus 75 Kgs,. de peso ni menos con su 1,74 mts,. de estatura.

El Loco Críspulo, posee buen genio y un espíritu “como de adolescente”. No se amedrenta ante las burlas, ni  ante las personas que quieren arrollarlo moralmente por  su natural condición.
Su fama radica en su forma peculiar de resolver los problemas en que se ve envuelto a cada momento.
Contrariamente a todos los personajes populares, Críspulo es casado y posee un hogar formal. La señora Victoria Ramírez de Molina es la hermosa dama que le acompaña en la vida para bien o para mal. De esta unión han nacido diez hijos varones y una hembra. En su familia se le respeta y se le quiere como esposo y como padre, y se le admira  y se ayuda como personaje que goza de alta estimación en la comunidad, en donde ha hecho su vida.

Aún se encuentran frescas en la memoria de los colonenses, las travesuras de este “chorizo”, que cual niño hacía gala de ingenuidad y de inocencia para salirse de los embrollos que el destino le deparaba y aunque actualmente está “descansando”, su anhelo es volver a sus viejas andanzas como “pirata del volante”. Muchas veces sus historietas fluyen con facilidad y en tono alegre contando sus travesuras, desventuras y aventuras cuando poseía su vehículo. 

San Juan de Colón, Junio de 1.991


Actualmente se ha dejado crecer una espesa barba


BERNARDO EL BURRO *


Su nombre: Pedro Bernardo Porras. Hijo de don Juan Medina y  doña Cecilia Porras, nació en el barrio “La Esperanza” de San Juan de Colón.


Conocido comúnmente como “Bernardo El Burro” por su formidable fuerza física y su descomunal capacidad para el trabajo. Durante muchos años se desempeñó como ayudante de camionero y como caleta. Los muchachos lo mofaban a su paso por las distintas calles del poblado nativo, lo cual hacía que Bernardo se enardeciera de rabia y soltase sus imprecauciones y maldiciones a los cuatro vientos. Pero este estado de ánimo se alejaba pronto de Bernardo lo  mismo que la muchachada espantada al observar su furia.
Bernardo El Burro, en su apogeo  era fornido, prototipo del caletero, aunque algo barrigón. Su peso es como de unos 80 Kgs. y su talla como de 1,75 mts.
Sus brazos son de una longitud normal aunque gruesos por la dureza de su trabajo. Sus piernas son musculosas y dan la sensación de solidez, su espalda es ancha aunque sin exageración. Sin ser un hombre musculoso o fibroso, al tenerle en frente da la impresión de ser un ser de granito, duro, sólido, que lo puede soportar casi todo físicamente.
Su cabeza es grande, su frente es amplia, su pelo corto, su aguileña  nariz contrasta con sus pequeños ojos. En su redonda cara sobresalen por cada lado dos pabellones de orejas alargados. Cuando sonríe su mediana boca dibuja una mueca más bien que una sonrisa. Sus cejas pobladas son graciosas. A causa de su edad, la calvicie, en su cuero cabelludo, ha comenzado a hacer estragos, pero él no se da por enterado. En su mocedad fue el típico machote andino; jugador, pelearín, tomador, fumador y aventurero. Pero sobre todas las cosas efímeras, “Bernardo El Burro” fue un incansable trabajador.
Su lucha contra la vida fue ruda, brutal, nunca dio  ni pidió cuartel; no se doblegó ante la pobreza, pero un día la naturaleza humana después de tanto batallar cedió  ante una nefasta enfermedad que le mantiene desde hace varios años postrado en cama a la buena de Dios.
En conversaciones con Bernardo trasluce la nobleza de su espíritu, que contrasta abiertamente en su dureza física. Es católico, aunque su naturaleza es poco inclinada a la religión. Respetuoso de las leyes. Además siempre ha sentido admiración y cariño por la juventud y la niñez a pesar que le han hecho pasar pésimos ratos  en las calles colonenses. Como todos los personajes populares “Bernardo El Burro” es un ser sin historia notable pero que ha llenado de anécdotas e historietas a toda una región, que le quiso, que le admiró, pero que también le dio la espalda cuando él más ha necesitado el cariño y la caridad de sus coterráneos, como  son estos años cuando lucha  sin fuerzas, pobre y solo contra una terrible trombosis, que mina su salud día a día sin más compañía que la de Dios y sin más manos piadosas que vean de él, que la de una familia vecina que ha tenido a bien atenderle en esta su hora suprema.

San Juan de Colón, Junio de 1.992.